jueves, 1 de septiembre de 2011

Entre princesas.


El alto e imponente laberinto se alzaba orgulloso ante la frágil y pequeña princesa que asustada lo contemplaba.
- ¿Máma? ¿Papá?- murmuró con voz quebradiza, pero solo el silencio escuchó sus palabras.
La niña se esforzó en no llorar, había perdido sus zapatitos de cristal, hacía frío, y los árboles proyectaban sombras que jugaban a asustarla.
La luna brillaba redonda en cielo, burlándose de ella.
Echó a andar..., las piedras le pinchaban sus blancos y delicados pies, el viento enredaba sus cabellos, y azotaba su rostro de porcelana
tropezó y cayó al suelo.
las lágrimas se mezclaron con la sangre de sus rodillas.
A pesar del dolor, volvió a levantarse y siguió andando, lenta e inexorablemente, 
No dejó que la idea de encontrarse sola en un lugar desconocido, herida y asustada, la amedrantase.
Tenía que seguir andando, pasase lo que pasase, por eso era una princesa.
No supo con certeza cuanto tiempo estuvo deambulando, quizás horas, quizás días..
imaginó que volvía a su castillo, montaría a caballo, saludaría a los guardias, abrazaría a sus padres, el rey y la reina, que seguramente habrían mandado a todos los soldados del reino en su busca. jugaría en su enorme cuarto, se escondería en las almenas del castillo...
cuando estaba a punto de perder el conocimiento a causa del frío y del hambre, divisó su hogar.
- ¡Mamá, papá¡- gritó.
La niña suspiró, miró hacia atrás y contempló el vertedero, que segundos antes había sido un enorme laberinto custodiado por un dragón.
Mamá no estaba, como casi siempre, y papá roncaba estrepitosamente entre botellas de alcohol.
Pero ella no debía derrumbarse, debía de seguir, por eso era una princesa.

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